Esto no es un blog de cocina, pero como mi ordenador está muerto en algo tendré que pasar el rato.
lunes, 22 de abril de 2013
martes, 16 de abril de 2013
Das Geseufze.
Hay dos tipos de personas.
raro, ra.
(Del lat. rarus).
1. adj. Que se comporta de un modo inhabitual.
2. adj. Extraordinario, poco común o frecuente.
3. adj. Escaso en su clase o especie.
4. adj. Insigne, sobresaliente o excelente en su línea.
5. adj. Extravagante de genio o de comportamiento y propenso a singularizarse.
normal.
(Del lat. normālis).
1. adj. Dicho de una cosa: Que se halla en su estado natural.
2. adj. Que sirve de norma o regla.
3. adj. Dicho de una cosa: Que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.
¿Cuál eres tú?
domingo, 14 de abril de 2013
Hoy voy a hablar de mí..
A mí me gusta usar ropa vieja, de esa que ya tiene la forma de tus codos, notar el pelo desenredado cuando me paso los dedos, o dormir la mañana y luego desayunar tortilla de patata. No me gusta sacarme sangre, la mayonesa, ni el olor a perro mojado. Unas preferencias tan válidas como las de cualquiera, diría la Ángela más ingenua de las que hay en mí.
Pero no, al parecer no son válidas mis jodidas preferencias. Resulta que sólo hay un ingrediente para que los demás te guarden un mínimo de respeto: complacerlos. Somos esclavos de lo que se espera de nosotros. Mis aptitudes, mis deseos, mis emociones, mis logros.. no tienen valor si no se corresponden con las expectativas de los demás. ¡No hay tregua!
Y eso que soy experta en tolerar las mierdas ajenas. Se podría decir que soy un buen pañuelo en el que sonarse. La complicación viene para mí cuando soy yo la que tiene mocos. Entonces todo el mundo es más listo que yo, y más fuerte. Y me lo tiran a la cara desde su altar hecho de basura y narcisos podridos.
Me toca los cojones, porque luego me dicen que no me callo, que no tengo filtro, que digo todo lo que pienso.. JA! Si dijera la mitad de lo que pienso os iríais todos llorando después de oír lo que yo opino de vuestras gilipolleces. Me carcajearía en vuestra cara con mi risa más cruel.
No me vibraría el ojo entre almohada y almohada, ¡qué va!
Me vibraría la mandíbula.
lunes, 8 de abril de 2013
Odiamos a los demás porque nos odiamos a nosotros mismos.
Todo empezó con una mentira. De las peores, además, las que se dice uno a sí mismo.
Aunque es cierto que existe algo peor que una mentira, y es una verdad desproporcionada, de esas que te golpean en la cara con lo feo que eres, inútil, estúpido y defectuoso.
Pero esta vez todo empezó con una mentira. O más que una mentira, una errónea estimación de sus capacidades. Igual que el estudiante que confía en que tendrá disciplina y elige asignaturas de más al matricularse, o el proletario que confía en que no haya sorpresas y se compra una casa que todavía no sabe que no va a poder pagar.
Y os preguntaréis qué pasa al final. Pues qué va a pasar, un desastre, una calamidad. Al final llegan las verdades de las que hablaba, la culpa y la autodestrucción, todo junto.
Qué difícil es poner las verdades en orden y mantener erguida la base de la realidad, para que no salga volando con el primer viento fresco. Para conservar las fuerzas suficientes para agitar el puño contra la adversidad y gritar ¿Y QUÉ?
Una foto que odio para un día que odio.
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