Todo fotógrafo tiene un punto de voyeur. Hacer fotos se parece a mirar por una mirilla. Adelantas la cabeza, te cubres la cara y en silencio miras por un agujerito. Nadie más que tú sabe con exactitud lo que estás viendo.
Por otra parte, todo modelo tiene un punto de exhibicionista. Dejarse retratar y disfrutar con ello es como desvestirse junto a una ventana sin cortinas. Colocar la mirilla de tu puerta apuntando para dentro.
Hacerse un autorretrato es como mirar por la mirilla de tu propia puerta. Observarte y sentirte observado. Husmear en la intimidad de alguien mientras dejas que husmeen en la tuya.
Obscenidad pura. Un crimen sin víctimas.
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