Esta tarde estaba tomando una cerveza con una vieja amiga que se va a casar.
Cuando me preguntó por mi vida amorosa, una jodida gaviota sobrevoló la mesa y cagó en mi sudadera, mi cabeza y mi vaso.
Hubiera agradecido un poco más de elegancia en las formas, pero reconozco que el mensaje no pudo haber sido más claro.
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