Pero estos días me he dado cuenta de que si siempre hablo tan bien de ellos, no es porque molen mucho, sino porque los quiero mucho.
Hables de lo que hables, siempre estás hablando de ti mismo. No se puede sacar de ti algo que no tengas ya dentro. Rencor, envidia, esperanza o cariño. No hablas de nadie, hablas del corazón tan grande o tan podrido que tienes. Nada más.
Por eso, si hablas mal de tus amigos, lo único que estás diciendo es lo mal amigo que eres.
Claro, habrá oídos que entiendan otra cosa.
Los oídos que no escuchan.
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