Tal vez ni el propio Herz hubiera sido capaz de medir la frecuencia de su voz.
Seguramente Joule tampoco hubiera tenido la más remota idea de cuánto calor emite su cuerpo.
Y, desde luego, Newton nunca hubiera sabido calcular la atracción que produce.
Pero una cosa es segura: a Gauss le hubieran encantado sus curvas.
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