martes, 29 de junio de 2021

C16H13ClN2O



Cuando estoy tan triste no soy funcional.
Me desplomo y soy incapaz de abandonar la posición fetal.
Después de varias tardes sobre el costado, pongo los pies descalzos en el suelo y recuerdo que tengo una cámara de fotos.
La enciendo.
¡Todavía es de día!
Bendito verano.
No hay nada como estar desnudo junto a una ventana.
¿Qué pensarán mis vecinos?
Me da igual.
Y ahora, ¿qué?
Mi cerebro está reseco, demasiadas tareas insustanciales.
Reviso los bocetos que hago antes de dormir.
Este me gusta, pero es muy difícil, hoy no.
Algo más sencillo.
No hay nada sencillo aquí.
Algo repetido, da igual, no tengo que innovar hoy.
Disparo lo que sea y abro el Photoshop.
¿Ves? Mejor.
Si el Photoshop tuviera olor, olería como la casa en la que me crié.
Qué agradable es ver mi piel en la pantalla.
Es distinta cada vez, pero la reconozco.
Sé que mi piel tiene olor, pero no puedo percibirlo.
Una pena.
Amplío.
Cuántos defectos.
Pero los puedo eliminar.
Uno a uno, a mano, no hay prisa, es relajante.
Cada vez es más agradable de mirar.
Ya no recuerdo qué partes eran así y qué partes me inventé.
Pero el resultado es mío.
Es más mío que mi cuerpo.
Ya está casi.
Fuerzo la simetría y luego la rompo un poquito.
Como cuando dejo todas mis cosas perfectamente alineadas sobre la mesa y luego le doy un meneo.
He creado algo.
Da igual si está repetido.
Da igual si mis labios no son de ese color.
Ya estoy menos triste.
¿O será el Valium?

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