En la vida das por hecho muchas cosas.
Que las personas adultas no gritan en el trabajo.
Que la gente que dice que te quiere no desaparecerá de repente.
Que el coche no se va a jubilar justo el día de la mudanza.
Que puedes contar con tu familia.
Que un desconocido armado no intentará entrar en tu casa mientras duermes.
Ja!
¿Qué pasa si alguno de estos cimientos sobre los que construyes tu realidad se tambalea?
Sufres, repartes tu peso sobre los otros cimientos y continúas.
¿Y si varios lo hacen?
Empiezas a cuestionarte las otras cosas que das por hecho, como que mañana amanecerá.
¿Y cuando todos tus cimientos se desmoronan al mismo tiempo?
Te rompes.
El otro día yo me rompí. No me rallé, ni me descascarillé, ni me rajé, ni me quebré. Me rompí igual que un globo aterrizando en un cactus.
Pam!
No es posible volver a inflar un globo roto, y no es posible volver a meterme a mí dentro de la vida que tenía antes de romperme. O no quepo, o el continente ha perdido su integridad.
Ahora, mi principal deber es permitir que mis moléculas encuentren su lugar fuera de aquella arenosa frontera de látex.
¿Y lo demás?
Lo demás, es lo de menos.