Los que me quieren dirán que a mejor.
Los que quieren aprovecharse de mis vulnerabilidades dirán que a peor.
Durante estos años hubo muchos momentos en los que dudé de mi progreso. Me enfrentaba a una pared altísima que parecía imposible de escalar, y muchas veces me planteaba la posibilidad de quedarme a vivir en aquel patio de luces.
E siempre me recordaba mis progresos, por pequeños que fueran, y me decía que la terapia era como picar piedra: si eres persistente, antes o después la pared pierde integridad y acaba cayendo, por alta que sea.
Y así fue. Soy capaz de hacer cosas que consideraba imposibles.
Por supuesto, una vez que la pared cayó, seguí explorando el mundo detrás de ella. Entonces aparecieron otras paredes, algunas incluso mayores y que dan más miedo. Y, evidentemente, también ahora me planteo la posibilidad de quedarme a vivir en esta bonita parcela que he conquistado.
A veces incluso doy discursos vehementes acerca de lo mucho que mola mi parcela. A la gente siempre le resulta convincente mi verborrea, pero en realidad a quien querría convencer es a mí.
Sé que tengo que seguir picando piedra.
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